Alcoba de Lope
Esta habitación, testigo de la muerte del poeta, es la estancia más pequeña, más escondida y más íntima de la casa. Dispone de un ventanillo muy alto y de otro ventanuco en el muro, a los pies de la cama, que permitía al autor ver desde su lecho el oratorio. Así podía Lope, recostado sobre los almohadones de su cama, seguir la misa cuando él se encontraba algo enfermo y algún amigo sacerdote iba a su casa a celebrar la misa.
"El gusto no se encierra en las bordadas camas”, escribió el poeta, dejando con estas palabras constancia del carácter severo, adusto, de su cuarto. Es un testimonio que se tuvo en cuenta a la hora de la recreación del aposento, donde se apostó, por tanto, por una decoración austera, reducida al mínimo. Hoy se ven en él una urna con una pequeña talla de San Juan Bautista dentro, un relieve policromado, una pila para agua bendita, una mesa de noche y un velón, un sillón frailero, un arca y los útiles de aseo (jarra, jofaina y bacía).