El huerto y el jardín

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Lope ocupó muchas horas de su vida en esta casa cuidando de los árboles y las flores de su jardín. El huerto era entretenimiento diario del poeta, que cada día, a primera hora de la mañana (antes o después de la primera misa), paseaba por sus rincones mientras leía su breviario. Volvía  a él al atardecer, a reposar el trabajo de toda la jornada, cuando por fin, escritor incansable, dejaba la pluma sobre la mesa.

Que mi jardín, más breve que cometa,
Tiene solo dos árboles, diez flores, 
Dos parras, un naranjo, una mosqueta,
Aquí son dos muchachos ruiseñores,
Y dos calderos de agua forman fuente
Por dos piedras o conchas de colores”.

En sus versos dejó constancia del aspecto del jardín y el huertecillo, donde hubo siempre jaulas para pájaros, a resguardo del zaguán en invierno y a la sombra de las parras en verano. Respecto a los árboles, existen referencias a los naranjos, el granado, los laureles, el ciprés o la higuera, aunque es cuando habla de las flores cuando Lope más se recrea. Hubo allí variedad de flores: rosales, rosa mosqueta, jazmines, madreselva, tulipanes, lirios (“que dan hojas de espada”), violetas, claveles, azucenas, tudescas (“que parecen llamas”), narcisos, jacintos, alelíes, jazmines valencianos (“para Madrid son flores delicadas, / pero tendrán al hielo resistencia”)... Y, por último, en el huertecillo hubo espárragos, alcachofas, fresas y hierbas olorosas. El amor que Lope mostró siempre por este rincón privilegiado de la casa se tuvo muy en cuenta a la hora de la restauración y sirvió también para animar a algunos donantes particulares a regalar árboles y flores para el jardín. El laurel que aún hoy florece allí fue un presente de los hermanos Álvarez Quintero, que se plantó con tierra negra enviada por Cecilio Rodríguez…

Jardin

Alcoba de Lope

Cuarto de huéspedes

Estrado femenino

Alcoba de la hijas

Alcoba de los hijos

Estudio de Lope

Comedor

Cocina

Alcoba de las criadas

Oratorio